miércoles, 30 de diciembre de 2015

2015 y la ciudad que me lo confirmó.-

De manera popular, el 2015 ha sido conocido por muchos por ser el año en que se lanzó una canción que ha cautivado a muchos – especialmente a los latinos – ya que su lírica y ritmo es una oda para esta parte de ciudadanos del mundo. En mi caso, he caído en la conclusión que lo que expresa la melodía va al pie de la letra de lo que ha sido este año para mi. Literalmente una ciudad me lo confirmó.

Todo inicia con la hazaña de meter tu vida en dos maletas de equipaje y zarpar de la mano de tu mejor decisión a la próxima aventura. Esa fue nuestra bienvenida al 2015.

Llegamos con pasaje de ida a la ciudad que sientes como tuya ya gracias al cariño y la familia que siempre le ha caracterizado. Y precisamente así – con un amor desbordante recibido por parte de muchos seres queridos que desprendieron todo y un poco más para hacernos el camino más fácil – es que nos fuimos acoplando día a día al proceso de empezar otra vez.

Por siempre será un año especial por muchas razones. Pero mi razón, la que tendré para toda la vida es que fue el tiempo elegido para la promesa de amor que uno hace para siempre. Fue el regalo recibido de que los 25 son ahora mi número favorito (y más importante es el significado que encierran)

Partiendo de ahí, es que empecé a agradecer aun más por las bendiciones, aquellas visibles fácilmente por el alma, como aquellas las que llamo “bendiciones escondidas”, que son parte de tus planes sin ni siquiera tu saberlo y que están ahí porque necesitas descubrirlas cuando vulnerablemente más lo requieres. 

Sin planearlo, tuve la dicha de tener a gente muy importante con nosotros durante el transcurso el año para sin saberlo, ir tejiendo memorias de alegría que se destacaron por tener muchos abrazos, muchos “te quiero” y mucho agradecimiento.

Esos fueron los momentos que me ayudaron a sacar fuerza cuando la parte más oscura del año se aproximó. Solo la palabra de la enfermedad asusta y te deja una sensación de incertidumbre.

Es difícil ver como la vida se va apagando en alguien que creciste admirando precisamente por estar lleno de esa magia de vivir. Difícil, muy difícil. Y sin embargo, porque trato de aferrarme a lo bueno, agradezco tanto que entre tantos, yo pude estar ahí. Agarrar su mano, abrazarlo, bailar para que estuviera contento; decirle todo lo que se le quiere y ser la voz de quienes estaban de corazón en todo momento.

Ya para la fecha, su dolor no existe. Descansa en paz junto a la mejor de las compañías como me gusta pensar. Ya no le puedo agarrar su mano o abrazarlo, pero le sigo diciendo constantemente que lo quiero, como también sigo bailando en su honor… porque he aprendido con el tiempo y con las despedidas que en estos años me han tocado, que los tuyos nunca se van porque se quedan en el corazón. Y la manera más hermosa de honrarlos es viviendo.

Hoy, la aventura que inició en la ciudad que me lo confirmó está estable. Todas las metas y propósitos que empezaron como una ilusión, son una realidad. Sigue faltando pues el camino apenas empieza, pero ya hay tanto alcanzado que más no se puede pedir.

Y al final, la suma de los rencuentros me da siempre el mismo resultado: que fue un año de amor. Uno puro, duro, fuerte y poderoso. Un amor sin limites. Lo presencié múltiples veces desde el reflejo de pareja, de padres, de hijos, de hermanos, de tíos, de primos, de sobrinos y de amigos. Todo esto dividido entre la distancia y la cercanía. 

Como testimonio de fe, puedo decir que el regalo más grande es aprovechar el ahora. Que cada día se tiene la oportunidad de emprender una aventura y que la salud es lo que más debemos de cuidar. Pero lo transcendente es que el amor es lo que hace posible todo.

Siempre digo, abracen mucho y quieran más. Listos para ti 2016.


Bienvenido a mi burbuja ¿Traes contigo una aguja?