Que cuántos clavos, que cuántos panes y pescados. Que si eran reyes, que si eran magos. Que si tenía hermanos, que si no tenía. Qué dónde está, qué cuando vuelve...
Yo lo único que sé es que...
A mi me tomó de la mano cuando más lo necesitaba. Me enseñó a sonreír y agradecer por las pequeñas cosas.
Me enseñó a llorar con fuerzas y soltar.
Me enseñó a despertarme saludando al sol y a acostarme con la cabeza tranquila.
A caminar muy lento y muy descalzo.
Me enseñó a abrazar a todos y a abrazarme a mi.
Me enseñó mucho. Me enseñó a quererme con ganas. A querer al que tengo al lado y de cuando en cuando a estirarle la mano.
Me enseñó que siempre me está hablando en lo cotidiano, en lo sencillo, a manera de mensajes y que para escucharlo, tengo que tener abierto el corazón.
Me enseñó que un gracias o un perdón lo pueden cambiar todo.
Me enseñó que la fuerza más grande es el amor y que lo contrario al amor es el miedo.
Me enseñó cuanto me ama a través de lo que yo amo a mis hijos.
Me enseñó que los milagros si existen.
Me enseñó que si yo no perdono, soy yo el que se queda prisionero, y para perdonar primero tengo que perdonarme.
Me enseñó que no siempre se recibe bien por bien pero que actúe bien a pesar de todo. Me enseñó a confiar en mi y a levantar la voz frente a la injusticia.
Me enseñó a buscarlo adentro y no afuera.
Me dejó que me aleje, sin enojarse. Que salga a conocer la vida.
A equivocarme y aprender. Y me siguió cuidando y esperando.
Me enseñó que sólo vengo por un tiempo, y solo ocupo un lugar pequeño. Y me pidió que sea feliz y viva en paz, que me esfuerce cada día en ser mejor y en compartir Su luz conociendo mi sombra, que disfrute, que ría, que valore, y que Él SIEMPRE va a estar conmigo.... que aunque dude y tenga miedo, confíe, ya que esa es la fe, confiar en Él a pesar de mi.
Gracias Jesús por tu infinito amor, por estar en mi vida y no irte nunca.
(Anónimo)