Me es difícil dar forma o definición del 2019. Irónicamente, el año anterior
lo despedí agradeciendo porque los episodios de salud tuvieron solución. Advertía
a mi alrededor situaciones que no tenían la misma dicha. Por lo menos la que todavía
creía que teníamos como familia.
Pero vino enero y con él un invierno que, a pesar de estar en tierras cálidas,
fue el inicio de una temporada gris y de poca luz en nuestro camino. Encontrar el
trayecto correcto ha sido complejo. Tristemente todavía no llegamos a la meta.
El proceso ha sido con desvíos, obstrucciones, paradas obligatorias, indicaciones
inconclusas y básicamente un recorrido de dificultades donde no controlamos el
tiempo o los diagnósticos y donde solamente queda seguir avanzando. Muchas veces
no habido fuerzas o ganas. Y aunque me duele admitirlo y con vergüenza dejarlo
por escrito, muchas veces hasta la fe ha sido víctima de cuestionamientos.
Pero fuerza Divina al fin, que no abandona ni cuando nosotros mismos le
rechazamos, con el tiempo y el entendimiento de procesar, obtuve el regalo de
ver lo bueno dentro de lo malo. Hice mía esta ambición y con cada noticia que esperábamos
escuchar lo contrario, yo me enfoqué en buscar lo positivo. Aunque me costara
muchas veces.
En donde desde fuera se percibió mudanzas obligatorias, yo vi un techo y
unas puertas abiertas para recibirlos. En lo que marcó un final de ciclo
educativo, yo vi el inicio de oportunidades de crecimiento y ayuda para un
mejor futuro. En los detestables resultados de una diagnosis, yo vi las manos y
guías de las mejores instituciones para el tratamiento.
En cada lágrima y pregunta sin respuesta, yo he pedido que lleguemos a la
luz y a la salud. Y pido cada día por fuerzas. Que creer que no se puede no sea
lo que gane la batalla. Sigo renuente a pensar lo peor. Y seguiré cada día pensando
lo mejor y tratando de inculcarlo a mi alrededor hasta que por fin tengamos la
dicha de llegar al final del camino victoriosos y libres de dolor.
Lo bueno también fue
definido tal como predije en el año anterior y volví donde conocí la felicidad
a plenitud. Me reuní con amigos que representan más que la distancia. Brindé
por la alegría de otros. Conocí nuevas culturas y lugares. Disfruté escapadas
de dos. Visité las nubes y saludé de cerca a la luna y el sol. He disfrutado
cada día del amor puro de mi bebé ya no tan bebé.
2019 fue un reto.
Desde el #10yearschallenge en el mundo virtual. Hasta los desafíos que como familia
enfrentamos. Challenges también en el día a día laboral que, enfrentados con empeño
y organización, han traído recompensas y éxitos.
Y vida al fin, que
a pesar de sus días nublados en algún momento se escabulla y te sorprende con
el sol, el año no lo despido triste.
Le digo adiós con una reunión familiar
preciosa. Con una navidad con todos mis hermanos y sobrinos como hacía años no tenía. Con el inicio de una nueva vida matrimonial. Con el regalo de escuchar la voz
de Claudio en una grabación. Con la sabiduría de saber pedir disculpar y perdonar.
Con el mejor regalo de cumpleaños que he recibido. Con el deseo que papi y mami
vuelvan a sonreír a plenitud. Con las ganas y la determinación de saber que
estaremos bien.
Me despido viendo lo lindo dentro de su geografía rota. Y créanme,
que lo hubo.
2020, te espero
con esperanzas. Que seas de regocijo y celebración. Que sumes razones para
agradecer. Que nos traigas un verano de vida con el que desde ya soñamos.
Felicidades para
todos.