domingo, 30 de diciembre de 2012

Hasta luego 2012




Esta vez fue rápido. Fugaz, variable e inmediato. Con estas palabras es que puedo definir directamente el año que ya se despide de nosotros y por consecuencia, el mundo de el.

En términos sencillos, fue un tiempo de mi calendario extraño. Por fortuna, no necesariamente subsistí a hechos de gran dolor… Mas sin embargo, por alguna razón que no sé explicar con palabras, no me encuentro en estado de tristeza para despedir al 2012 en nostalgia.

Al contrario, me alegro que su ciclo finalice y espero en ansias (y expectativas controladas) por las oportunidades descritas en el 2013.

No crean que mi sentimiento es despecho por el tiempo bisiesto de la docena milenaria. Realmente, tuve la dicha de momentos y experiencias grandiosas, en las que destaco fiestas familiares, un gran ascenso para mi práctica profesional, sellos en el pasaporte y escapatorias para despejar la mente y el espíritu.

Se sumaron varias bodas de personas queridas; momentos de risas porque sí y mucha reflexión personal. También lloré mucho, a veces con razón y otras, por ser el hombro más compresivo para el desahogo.

Al final, el 2012 me demostró que sobrevivimos al gran ciclo. Me enseñó que algo bueno pueden tener las especulaciones (creo que aproximadamente un 70% de la población leyó más y se adiestraron en cultura gracias a la “temerosa” profecía de Los Mayas)

Para muchos, el llamado fin del mundo les hizo pensar y quizás, aunque sea por una remota posibilidad, las personas recordaron abrazar más; pedir perdón; amar más.

Fue un abrir de ojos para demostrar afecto como si fuera el último día (que por el contrato de vida que todos tenemos, para algunos así fue en el 2012)  

Entiendo que esa fue la gran enseñanza por la que recordaré al 2012. Su memorándum de que el gran final… llegará. La fecha, hora y momento preciso, nadie lo sabe. Ni siquiera Los Mayas.

Que lo bonito es disfrutar cada momento. No dejar para después. La vida es ahora. El final que nos toca por el momento, es despedirlo a el, el 2012.

Particularmente, buscaré un lindo vestido para llevar. Les diré a mis padres que los amo y que han sido ellos, mi base fundamental para llegar donde estoy. Sostendré la mano de mi novio, y le diré por infinita vez que es la razón de mi felicidad. Que nosotros, el y yo, continuaremos la hazaña más fuerte que un ser humano puede experimentar: el amor.

Agradeceré a Dios por tanto. Desde el aire que tengo la dicha por respirar hasta por mi almohada de plumas con la que descanso cada noche.

Me comunicaré con mis hermanos y el resto de seres queridos especiales para dejarles saber precisamente las palabras con los que les acabo de definir.

Trataré de ser feliz, teniendo claro que la placidez no es más que circunstancial… pero si puede ser continua.

Me esforzaré por cumplir más y mayores metas. Descubrir lo que todavía desconozco y brindar más sonrisas a quien sea y porque si.

No buscar tantas explicaciones y entender que sí sucede, es porque conviene. Eso es un trato que se negocia directamente con la fe.

Te despido 2012 deduciendo que ha sido suficiente. Voy buscando las copas y las uvas correspondientes para el nuevo calendario que se aproxima.

No le espero para que sea el mejor año (y precisamente por eso, es posible que lo termine siendo)

Lo espero agradecida, porque estoy en el.

Es momento de volver a empezar. Sin Los Mayas, sin tristezas, sin pensar que es el último momento. Me gusta más, porque será nuevamente el primer paso para las oportunidades.

Aquí vamos.

Éxitos y bendiciones en el nuevo año. 

Bienvenido a mi burbuja ¿Traes contigo una aguja?