Empezó tranquilo, todavía dando forma al proceso
de estabilidad que en el año anterior habíamos iniciado. Con momentos difíciles
muy recientes, el ánimo era pasivo, muchas veces en silencio y siempre con fe
de que la vida sorprende. El 2016 no defraudó en demostrarnos que tan cierto esto
es.
Siempre digo que las sorpresas no me gustan.
Creo que es por la parte de que no tengo control sobre ellas, ya que por su
naturaleza, no son parte de tus planes y en ocasiones, no sé sobrellevarlas. Sin
embargo, he entendido que cada una es distinta. Su forma, tiempo y espacio varía…
y su significado también.
Desde episodios que encerraron asombros, alegrías,
reencuentros y abrazos; hasta algunos relacionados a entes materiales muy específicos
que trajeron vacío, frustración, falta de explicación y con el tiempo - entendimiento y cierre del hecho, para dar
paso a seguir. Porque siempre hay que salir adelante.
A veces una sorpresa puede reflejarse en el
lapso de 17 minutos con 16 segundos, con el esfuerzo colectivo de muchas
personas importantes quienes “capitaneados” por el amor de tu vida te regalan
una lluvia de felicitaciones que te durarán toda la vida.
Ver a personas queridas siempre es parte de lo
mejor del año. En esta ocasión, las vías fueron múltiples y cotidianas en las
cuales muchas veces vinieron a nosotros y otras llegamos a nuevos puntos geográficos
que te alegran la vida y te expanden las ganas de conocer.
La oportunidad de volver a casa no puede
faltar. Y con ésta me refiero no solamente a la de regresar al país que te vio
nacer y donde se fundamenta la base de la historia que es tuya; También incluyo
en el significado de casa, volver a compartir con quienes le han dado forma a
los distintos hogares que te han tocado construir bajo las tantas banderas que
bordan tu legado. Y en este aspecto, llevo un registro de mansiones colmadas de
amor. Haber podido visitar a algunos de sus huéspedes me recarga de energía y
agradecimiento. A su vez, me da la esperanza necesaria de que en algún momento también
tendré una reunión con quienes y donde todavía no he podido volver (pero sí
siempre sentir).
De lo mucho que el 2016 me deja, es la lección de
no viajar esperando ocasiones específicas y que lo justifiquen. Si implica
estar en momentos de familia, hazlo. Como una vez me dijo mi mejor mitad “Lo hacemos
tantas veces por eventos tristes ¿por qué no hacerlo por los alegres?” – Y es
de eso exactamente que se trata la vida.
En el aspecto profesional, las sorpresas
vinieron sin aviso y con cambios internos inesperados. De aquellos que te ponen
a cuestionar si serás capaz de sobrellevar los giros. Con el tiempo obtienes la
respuesta de que la capacidad no es más que tener fuerza, y la mejor de las
fuerzas es aquella que tiene base en el interés que le pongas y las ganas de
dar lo mejor. La cosecha dará sus frutos, y si te esfuerzas, serán sorpresivamente provechosos.
Y es así, que hay sorpresas que rompen los estándares.
Cuando llevas más tiempo del que quisieras, preparado internamente de que para
alcanzar nuevas etapas necesitaras determinación y una mano que te sostenga
fuertemente… la vida misma te sorprende y te abre paso a que tu mejor creación está
por llegar y fue un logro únicamente concebido por el amor. Y es con momentos
como esos que cada minuto cobra sentido, se agradecen los respiros, se valoran
los abrazos y los latidos de un corazón se convierten en música.
El 2016 se va dejándome un pre-aviso que el
2017 promete. Le daré la bienvenida deseando
para todos lo que desde hace mucho aprendí que realmente importa: salud,
agradecimiento, quererse mutuamente y la virtud de creer en los milagros.
Feliz nueva tómbola de oportunidades, burbujas.