"Los cuentos sirven para dormir a los niños y despertar a los adultos".-
La fábula la conozco desde que era niña. Creo que es de las primeras lecturas que me inspiraron a seguir conociendo la magia de las letras y los sentimientos. Todavía lo leo de vez en cuando y con el paso de los años, su enseñanza cobra más sentido.
La fábula la conozco desde que era niña. Creo que es de las primeras lecturas que me inspiraron a seguir conociendo la magia de las letras y los sentimientos. Todavía lo leo de vez en cuando y con el paso de los años, su enseñanza cobra más sentido.
El autor es
desconocido. Lo que escribe - todos lo
vivimos en algún momento.
...
Una vez, hace muchos siglos, se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos, emociones y cualidades de los hombres. Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura, como siempre tan loca, les propuso:
-¿Les gustaría jugar al escondite?
La intriga levantó la ceja algo atenta y la curiosidad sin poder contenerse preguntó:
-¿Al escondite? ¿Y cómo es eso?
- Es un juego, en que yo me tapo la cara y ustedes se esconden. Cuando yo haya terminado de contar, el primero que yo encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego - explicó la locura.
El entusiasmo bailó seguido por la euforia. La alegría dio
tantos saltos que terminó por convencer a la duda, e incluso a
la apatía a la que nunca le interesaba nada.
Pero no todos quisieron participar. La verdad prefirió no
esconderse. ¿Para qué?, si al final siempre la hallaban. Y la soberbia opinó
que era un juego muy tonto (en el fondo, lo que le molestaba era que la idea no
hubiese salido de ella). La cobardía prefirió no arriesgarse.
“Uno, dos, tres...”, comenzó a contar la locura. La primera
en esconderse fue la pereza, que, como siempre, se dejó caer tras la primera
piedra del camino. La fe subió al cielo, y la envidia se escondió tras la
sombra del triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir hasta la
copa del árbol más alto.
La generosidad casi no alcanza a esconderse. Cada sitio que
hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos. ¿Que si un lago
cristalino? Ideal para la belleza. ¿Que si la hendidura de un árbol? Perfecta
para la timidez. ¿Que si el vuelo de la mariposa? Lo mejor para la
voluptuosidad. ¿Que si la ráfaga del viento? Magnífica para la libertad. Así
terminó ocultándose tras un rayito de sol.
El egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio. Ventilado, cómodo... pero sólo para él.
El egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio. Ventilado, cómodo... pero sólo para él.
La mentira se escondió en el fondo de los océanos (¡falso!
en realidad se ocultó detrás del arcoíris); y la pasión y el deseo, en el
centro de los volcanes. El olvido... no recordó
esconderse.
Cuando la locura ya iba finalizando de contar, el amor aún
no había encontrado un sitio para esconderse, pues todos estaban ocupados...
hasta que divisó un rosal y, enternecido, decidió esconderse entre sus
flores.
“¡Un millón!” – gritó la locura, y comenzó a buscar. Primero
encontró a la pereza, a sólo tres pasos de una piedra. Después escuchó a la fe.
A la pasión y el deseo los sintió en el vibrar de los volcanes.
En un descuido, encontró a la envidia y, claro, pudo deducir
dónde estaba el triunfo... Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo: él solo salió
disparado de su escondite que resultó ser un nido de avispas.
De tanto caminar, sintió sed y cerca del lago, descubrió a la belleza. Con la duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca, sin decidir todavía en qué lado esconderse.
De tanto caminar, sintió sed y cerca del lago, descubrió a la belleza. Con la duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca, sin decidir todavía en qué lado esconderse.
Así fue encontrando a todos. Al talento, entre la hierba
fresca; a la angustia, en una oscura cueva; a la mentira, detrás del arcoíris...
(¡falso! Si estaba en el fondo del océano). Y hasta al olvido... que ya se
había olvidado que estaba jugando a las escondidas. Sólo el amor no aparecía
por ningún sitio.
La locura buscó detrás de cada árbol, en cada arroyo del
planeta, en la cima de las montañas y, cuando estaba por darse por vencida, divisó
un rosal. Tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando, de pronto, un
doloroso grito se escuchó.
Las espinas habían herido los ojos del amor. La locura no
sabía qué hacer para disculparse: lloró, rogó, imploró, pidió perdón, y prometió
ser su lazarillo.
Desde entonces, desde que por primera vez se jugó a las
escondidas en la tierra... el amor es ciego y la locura siempre lo
acompaña.
Autor desconocido.
3 comentarios:
Naty siempre te leo y me encantan tus escritos.
Te voy a poner como enlace en El Buquicito y si gustas, has lo mismo en el tuyo, ponme a figureal www.buquicito.com
Sigue cosechando éxitos.
Vanessa
¡Yo feliz! Muchas gracias por estar pendiente, ahora mismo la agrego a mi listado.
Un abrazo desde este lado.
Y esta noche, así tan inesperada como la locura, me dio por leer este blog que desde hacia un tiempo no visitaba.
!Y que gusto me dio hacerlo! Apreciar la belleza de las palabras en una pantalla de luces, leer la verdad que no puede esconderse y poder percibir la pasión entre letras.
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