Increíble que ya sean siete ediciones
escritas (incluyendo la presente) que hablan sobre mi vida en cada período.
Inicié el hábito porque creo que
admitiéndolo o no, ya sea en silencio o compartido… todos pensamos en
retrospectiva sobre como nos fue en esos 365 días que cada cierto tiempo
despedimos. Entendí que si en dado caso ya era parte de mi reflexión, mejor era
plasmarlo con palabras. Al final de cuentas, son mis mejores aliadas para
cualquier análisis a realizar.
Hoy, al referirme al 2014, no sólo pienso
en su calendario y sus 12 particiones. Voy más allá y revivo la lección más
importante por la cual (lamentablemente) despedí su año previo. Mi vida, la de
mi familia cambió por completo. Y desde entonces, todo el tiempo siguiente –
todo el 2014 – ha sido sobrellevando una batalla en la que se disputan el
vacío, la tristeza, el entendimiento, la nostalgia y la aceptación. En
conclusión, es comprender que hay una ausencia que se convierte en parte de ti.
Vas con ella día a día, algunos en los que sientes más el amor y la risa de los
recuerdos. Otros un poco más grises.
Es así que las semanas van pasando y con
ellas, vas filtrando tu amor con los recuerdos… porque la vida sigue y tu
también. Fue así que el 2014 me fue demostrando su cara bonita y sus regalos
inesperados que lo hicieron especial.
Su camino lo empecé en tierras que a
pesar de ser lejos de casa, tengo la dicha de poder llamarlas mi hogar aunque
fuera solo de manera temporal. En la aventura, he contado con la mejor compañía
de quien me sostiene la mano y es responsable de mis abrazos favoritos.
Uno de los muchos regalos predilectos del
2014, fue la oportunidad de compartir con tantas personas que ocupan un lugar
en mi corazón. Algunas veces yo fui a ellos, otras ellos fueron en nuestra
dirección. Lo que más valoro fue el regalo de comprobar que el cariño no se
mide por cercanía física, sino por la importancia que le damos.
El 2014 me regaló la expansión laboral, a
la cual en la actualidad puedo referirme a ella con presencia en dos
continentes (y con mucho orgullo). Me brindó el éxito del esfuerzo en los
estudios y la preparación. Me dio la dicha de amistades que se reforzaron para
darme una alegría que describo como preciosa y las que quiero atesorar por
siempre.
Me regaló la calle Fuencarral y su número
93. Dos balcones en los que la luna y los atardeceres me visitaban para charlar
sin controlar el tiempo.
El 2014 me trajo el maravilloso regalo de agrandar mi amor de tía, algo tan especial que hace a mi vida más significativa y me impulsa a ser mejor. A ser ejemplo.
Mientras doy forma a la recapitulación
anual de turno, reflexiono que escribir sobre cada ciclo va más allá que dejar
una memoria. Lo hago en honor a lo que representa cada tiempo: un regalo. Y que
no hay mejor forma de agradecerlo que viviéndolo y disfrutándolo cada segundo.
Me diste mucho 2014, tus regalos fueron
situaciones que yo – entre tantas personas – fui la afortunada de recibir más
de una vez.
Te despido para recordarte como mi paso
en el camino para renovar fuerza y prepararme para alcanzar un futuro en el que
las ganas, el amor y la fe me van acompañar.
Abracen mucho en lo que queda del 2014 y no
dejen de hacerlo en el quinceañero que en breve llega. El regalo es estar.
¡Felicidades!
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