lunes, 31 de diciembre de 2018

El año en que vi a (todos) los que quiero


Por lo general, empiezo a pensar en el momento de este escrito mucho antes. Voy haciendo notas de recuerdos y acontecimientos que sobresalen. Ya la forma final la dejo para estas horas. Es mi modo de incluir por completo el calendario anual.

Cuando hoy estuve evaluando las anotaciones, vi un grato factor común que representa dicho ciclo: ha sido el año en que vi a todos los que quiero. Desde sus primeras horas iniciaron los recuentros y con ellos, noticias que te suman el amor que sientes, por conllevar que recibirás nuevas vidas. 

Continuaron en la misma escala, agradeciendo por nuestros respiros con amistades que son más bien familia.

Con la primavera, vino la reunión más esperada. Aquella que tomó lugar en la isla que une nuestra historia y donde reconectamos como familia. Formalmente coincidieron las seis luces que hacen brillar nuestra generación futura. Dentro de lo mucho, di prioridad a agradecer y disfrutar lo tanto que tenemos, que va desde tocar tierra y ver el mar más hermoso de todos; a poder abrazar a quienes tanto esperaba desde que me despedí en mi estadía anterior.

Y como dije previamente, fue el año en que vi a todos los que quiero. Esto implica hasta los casos más difíciles. Pero mi dicha es tan grande que algunos reencuentros fueron en sueños y en su corto lapso se sintieron reales y fueron apreciados. Me dejaron con más fuerza para combatir el vacío que cada ser querido deja al partir, recordándome que siempre estarán contigo si te permites honrarlos con las memorias. Por eso tengo a un abuelo que diariamente desde un rincón de mi hogar me sonreí puramente para acordarme que tras las tempestades llegará la esperada calma, y a lo mejor un buen abrazo.

Los encuentros siguieron multiplicándose con más visitas, viajes al Pacifico y expediciones más al Sur.

Ha sido un año muy especial. De crecimiento en muchos aspectos. Como equipo, nos colocamos variadas metas. Gran parte fueron (orgullosamente) cumplidas antes de lo esperado. La satisfacción que nos dejaron amerita que sean parte de la recapitulación. Nos recrearon paz y nos motivaron aún más a seguir con fe por el camino del esfuerzo. Las recompensas recibidas varían desde un reflejo propio de mayor aceptación y gratitud, a un estado mental de tranquilidad por saldar etapas que forjaron nuestro camino.

Sin duda, las compensaciones continúan con el sol que ilumina nuestros días. Verlo crecer me ha permitido llorar, reír, enorgullecerme y amar como solo un hijo puede lograr. Gracias doy al 2018 por ser la parcela en la que fuimos testigos y disfrutamos cuando descubrió moverse, dar sus primeros pasos y enunciar el mejor título que me pueden otorgar.

Fue un año de muchos abrazos, de muchos intercambios de fotos y de listados de canciones infantiles como centro de nuestras vidas. De menos horas dormidas y más despertares llenos de alegrías. De disfrutar de los sobrinos en su faceta de primos. De conocer a Alexa y aceptar su ayuda dando el ejemplo de que un por favor y gracias hacen la diferencia. 

Un tiempo en el que los episodios de salud tuvieron solución, sin descartar que a nuestro alrededor no necesariamente ha sido así. Advertirlo lo suficientemente cerca, que te recuerdan una vez más el ligero equipaje que conlleva vivir.

Pido por más ganas, por más vida, más oportunidades, más abrazos. Pero más que nada, por trabajar en salud y guía celestial para saber ver lo bonito en cada amanecer.  

Voy por un nuevo año que previene las probabilidades de nuevos recuentros destacando algunos muy especiales. Quizás hasta sea la continuación de no solo ver a todos los que quiero… capaz que también sea en el que vuelva a todos los lugares que anhelo. 

Que sus días me regalen las notas que me permitirán escribirlo mientras lo vivo.

2019, nos vemos al rato.

¡Felicidades!

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