Ayer soñé contigo. De esos sueños que
sientes real. De los que quisiera que duraran más. Como su estado en sí se
caracteriza, la dimensión de tiempo y espacio no era precisa… por lo menos no
lo que recuerdo.
Pero mejor me enfoco con lo que he logrado
quedarme. La perspectiva era al aire libre y en un paisaje verde. Que mi edad y
momento se sentía en presente. Sin embargo, tú te referías a ella como si fuera
antes. Como si se tratase de una década atrás, donde mi vida de estudiante
secundaria estuviera finalizando, y apenas la fase universitaria fuera a tomar
camino.
Quizás era un evento para recaudar fondos.
Ese fue mi sentir en el mágico reposo. Y claro, tú fuiste eje para llamar el interés
de los presentes. De repente, tu popular presencia fue promovida y por un
precio que realmente no le importó a mi memoria, te quedabas un rato paseando y
disfrutando de la actividad recreativa con los afortunados.
Ahí inició mi protagonismo en la quimera del
subconsciente. Me adueñé de ese fortuito turno. Una y otra vez. Sin pena ni
vergüenza. Me desprendía del costo como si no tuviera valor, porque su
beneficio era para mí más allá del precio monetario. Era estar contigo.
Te abrazaba, me reía contigo. Escuché tu voz. Tú irradiabas una alegría pura. Te veías feliz.
Quisiera decir que recuerdo la
conversación. Que logré decirte todo lo que siempre quiero y al momento no
puedo. Mi corazón quiere creer que sí. Que te conté de lo maravilloso que es
tener la luz de tantos niños en la familia. Que mi vida ahora camina a través
de los dos luceros de mi hijo. Que estamos bien y hemos aprendido a extrañarte
en silencio para ayudarnos unos a otros con el duelo.
Se acababa el tiempo y te decía “No te
vayas”. Muchas veces y amarrando tu mano con la mía. Quedaba tanto que te
quería compartir. Tanto que quería seguir captando para ayudarme a no olvidar.
Porque ese el temor con el pasar de los años: no queremos olvidar los detalles
y la vida misma nos desafía.
Tú me mirabas sin entender. Fue así, que
en medio del momento surreal de mis pensamientos, que entendí que me hablaste sin
palabras. Que me hiciste recordar que no te has ido. Que vives en que cada momento
en que te pensamos. Que nos alivia pensar tu éxito, tus aventuras vividas, las
risas compartidas.
Me levanté de repente. Asustada y triste
de que la realidad me retomó a tu despedida cruel. Pero volví a cerrar los
ojos, y abrazada del consuelo, agradecí nuestro encuentro.
Me quedo con la paz que me dejaste a través
de tu mirada. Lo escribo para tenerlo palpable por siempre. Para cuando los días grises
se avecinen, pueda recurrir al día que alegraste mis sueños.
Hasta que nos volvamos a encontrar.
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