Me atrevería a decir que empezaste en buen pie. En un entorno que te dio la bienvenida con amor y música. Con un sistema de apoyo que, en todo tu transcurso, ha dejado el sentir de familia.
Desde el inicio, fuiste planificado. Incluso en tu futuro, ya estabas
predeterminado. Y gracias a esa agenda
calculada, nos dejas un regalo constituido de primeras veces. De descubrir
nuevas ciudades, recorrer rincones en botas y transitar andenes desconocidos.
Me llevaste a palpar con mis ojos la historia y me brindaste el recuentro de abrazos
pendientes.
Nos concediste la oportunidad de expandir las alas de nuestros luceros, para
poco a poco, enseñarles que la vida es posible adaptarla a muchos lugares. Y en
esa misma lección, me permitiste cosechar confianza, no solo en manos externas,
también en fomentar la certeza propia de que hay decisiones correctas.
En tu mitad, me llevaste al concreto de mi felicidad. Esas calles y
personas que vuelvo y vuelvo, y siempre son hogar. Y ese patrón que me permite siempre retornar,
lo abrazo en gratitud. Lo acojo como motivación para que se vuelva indefinido.
Lo reconozco con una suerte excepcional que no debe darse por sentado.
En uno de tus picos más altos de plenitud y alegría, tu rumbo encontró una
curva. De un momento a otro, vino un descenso disfrazado a su opuesto. Te
convertiste en un laberinto, donde por primera vez en mucho tiempo, el trayecto
no hacia sentido… o al menos, asi se sentía.
En un intervalo que parecía infinito, se cuestionaron preguntas sin
respuestas. Las dudas arroparon innumerables sí que disputaba si mejor hubiesen
sido no.
Pero hay algo importante que resaltar. Y es que incluso los laberintos tienen
instrucciones si te das la oportunidad de investigar. En ese manual invisible para
afrontar el desafío, cuentan expertos que mantener la calma es esencial. Hay
que caminar el trayecto buscando la luz y eventualmente sales del túnel desconocido.
Llegué al final de tu encrucijada escondida 2024, cuando por momentos, ni
siquiera yo misma me creí capaz. Fue logrado con un respaldo multifuncional. Desde
la sabiduría de quien transita su vida descubriendo los continentes a través de
un mapa que refleja lo mucho que tenemos por explorar. Hasta el destello
inocente que, a través de una ventana, peina a la vida con su dulzura, mientras
tira besos a la luna.
Me dejas con mi contraparte estrenando un cuarto escalón. Un diploma rojo carmesí
más allá de lo soñado y una etapa que se cierra en distintas formas.
Tu carta de despedida no es más que tu último regalo a mi persona. Un
lienzo en blanco para volver a empezar. A diferencia de lo que anticipamos en
tu calendario, tu reciprocidad hoy me arropa dulcemente para acordarme que el
próximo capítulo, se escribirá sencillamente mientras se desarrolla.
Contigo no solo el mundo concluye una generación para que nazca otra. En lo
particular, voy en ronda a una categoría en la que solo pido salud, y la
bendición de continuar dando lo mejor para el otoño y los veranos eternos que
forman mi corazón.
Gracias por tu dia extra. Por permitirme ser testimonio del eclipse que
adornó tu travesía. Por las sorpresas logradas. Por las buenas noticias que
sirvieron de ancla para seguir. Por los días de descanso y las fiestas que se colaron
en tus horas.
Principalmente, gracias por recordarme que hay crisis que se pueden convertir
en oportunidades.
Hoy y siempre, a seguir encontrando motivos para sacar la ropa de brillo a
pasear.
Agarrada de la fe y mis ángeles, feliz 2025.
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