lunes, 16 de junio de 2008

Alfireres de la educación

“Educar es desencadenar la gran riqueza que cada persona lleva dentro”.
Javier Cortés

Siendo fiel a su destino, realizó su formación sacerdotal bajo la instrucción de la Compañía de María, orden religiosa destacada por trabajar a favor de la educación y la pedagogía.

Conoce a la educación - aquella pieza instructiva que define como una cadena de expresión - desde su juventud. Juntos, disciplina y catedrático han formado en su tiempo, un pacto pedagógico personal en el que uno con el otro se permiten aprender y adiestrar.

Con estudios universitarios orientados a la filosofía, el reverendo Cortés ha ejercido variados cargos relacionados al contorno magistral. Profesor, orador y rector académico son tan sólo algunos de los roles por los cuales su persona es aplaudida. Sin importar que sea una exposición o un estudio analítico la acción a desempeñar, afirma como componente fundamental, el cultivar nuevos conceptos. “Mi vocación no es dirigir una empresa. Es trabajar por la educación”.

Por los últimos cinco años de su vida, se le ha otorgado el título de director general de la empresa editorial SM. A través del mismo, ha tenido la oportunidad de trabajar por el desarrollo de una mejor enseñanza para los niños y jóvenes ilustres del mañana.

Disfruta de su trabajo los encuentros de colegas en los que se intercambian inquietudes de la educación. Analiza que a pesar de poder tratarse de culturas con contextos desiguales, la problemática suele ser la misma, hecho que a su entender, refleja la semejanza de los individuos. “Me alegra ver el entusiasmo desplegado en el ambiente laboral. El modo en que los proyectos ayudan a los integrantes a marcar un desarrollo positivo con ilusión y resultados” resalta.

Mirando atrás los propósitos profesionales obtenidos, exclama como su máxima satisfacción el vínculo de amistad mantenido entre alumnos y profesor. Expresa que como ser humano dedicado a la asistencia didáctica no hay sensación más bonita que ser testigo del proceso en que ellos dejan de ser aprendices para convertirse en adultos y ser compañeros. “Quién considere que el profesor es el único encargado de aportar está equivocado” aclara mientras continua la idea con mirada capacitada. “Es un compromiso doble: con el alumno y contigo mismo. Con lo que quieres ser y que ellos sean”.

Tras compartir anécdotas significativas sobre distintos estudiantes que prefiere llamar amigos, concibo la incógnita que desde un principio llamó mi atención. Para alguien que ha logrado ser una guía de instrucción para muchos a su alrededor ¿Quiénes fueron su maestros a seguir? En primer lugar y sin pensarlo, reconoce a su padre, quién al igual que él, era maestro de escuela. Considera que gracias a la labor de servicio realizada por su antecesor, recibió el enfoque adecuado para moldearse como educador. “Crecí en un ambiente libre, donde predominaba el carácter cristiano y el interés educativo” explica con sentimiento de orgullo. Del mismo modo destaca a grandes ilustradores del colegio y la universidad, a quienes agradece su influencia y lecciones en el transcurso de su formación.

Gracias a la temática estudiada, ha publicado diversos libros de índole educativo. Entiende que a distintas escalas las tres grandes líneas que siempre trabaja son la organización escolar, los valores de la juventud y los desafíos que deben enfrentar las facultades académicas.

Destaca que disciplinar con metodologías extravagantes es innecesario. Si se utiliza un sistema que sea fácil de entender y cercano a la persona se logra una identificación. “Una cosa es enseñar. Otra despertar el interés y para mi, vale más desarrollar la habilidad personal” testifica.

Además de cooperar con la doctrina intelectual colectiva, el caballero con postura de altura, imparte su horario con elementos como la música y la lectura, a través de los cuales absorbe momentos de descansos. “Dedico mucho tiempo a las letras en todos sus aspectos” comenta entusiasmado. La literatura en general y los ensayos de sus compatriotas José Antonio Marina y Vicente Verdú son algunas de las composiciones que más prosigue.

Respecto a la rutina de viajes al extranjero, simplemente le fascina. “No es que me gusta, es que gusta mucho” exclama con picardía. Para estar al tanto de las diversas sedes de la firma en Latinoamérica, realiza un aproximado de dos visitas fijas en el plazo de un año. Desde que la entidad a la que representa abrió sus puertas en la República Dominicana mantiene un contacto cercano con sus ciudadanos. “Me encanta la isla. Son un pueblo completamente acogedor” emite con toque de elogiar.

La conversación continua, sin roces o intimidación y a medida en que el tiempo avanza, se va entiendo el camino recorrido por éste señor. Un sendero de paz que considera fuera de la cotidianidad en el cual se vislumbran direcciones que indican sabiduría y percepción. “La vida hay que fundamentarla con la innovación. Cada día un regalo, un punto de partida para actuar”.

Bien dicho reverendo. No hay un día normal, todos pueden ser especial.

Publicado en prensa por la revista Ritmo Social en texto de Natalia MQ - 14 de Junio, 2008.

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