Te celebré y te di la bienvenida con la mejor de las sonrisas. Desde el inicio, mi plan lo basé en la estrategia de mantener altas expectativas y un aura positiva. De este modo, cosas buenas iban a venir (eso era lo que una y otra vez me decía para poco a poco creerlo).
Irónicamente, no llevabas ni una semana en el calendario y sucedió la primera y más fuerte desilusión que en tu paso has dejado en mi vida. Al parecer, en el cielo hacia falta un ser lleno de amor y valores increíblemente especiales – por lo que en conclusión fue el momento de mudar para un espacio más celestial a mi querido abuelo. Fue un golpe duro para apenas empezarte a conocer 2010; A pesar de que han pasado más de trescientos días desde esa fecha, todavía duele como el primer momento (y un poquito más con el pasar del tiempo).
Con el triste acogimiento con el cual entablamos relación, mis pasos por tu camino continuaron. Pero no todo tu proceso ha sido de desconsuelo. Dentro de tu manera peculiar, me trajiste oportunidades de crecimiento (incluyendo aquellas grises, porque son precisamente con las mismas que uno encuentra la fuerza interior que tantas veces parece inalcanzable).
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Creo que si algo he aprendido en tu sumario anual 2010, es saber bajar el nivel de expectativas sin llegar al límite de que pierdan el carácter soñador que tanto me representa. Aprendí a pautar metas por y para mí. Coseché las aptitudes para seguir guiándome en un camino por y para mí. Aprendí a qué pensar en el futuro y olvidarme del presente es sencillamente no tener un mañana (¿De qué sirve lo que no existe y no sabes si vas a existir?). Reforcé mi statu quo de que todo pasa por razón.
Me trajiste muchos desbalances, muchas sorpresas, un hueso roto y un rompecabeza que todavía le faltan piezas; Muchos momentos que ahora se quedan contigo de recuerdo. Otras experiencias que en tu camino se forjaron, pasan al nuevo capítulo del número impar que en horas toma tu lugar.
Irónicamente (nuevamente) y sabiendo que en parte te mantendré en mi memoria como una época melancólica, te despido tal cual te recibí: con una sonrisa y un aura positiva.
No sé exactamente cuales expectativas y sorpresas me trae tu hermano número once pero precisamente es ese el misterio que hace interesante nuestro paso (o cada paso de ustedes, los años, en nosotros).
Un placer conocerte 2010.
Que la primera década del milenio cierre con alegría para todos. Ya inicia el año de dos alfileres. ¡Feliz 2011!