Si tuviera que resumir en pocos vocablos al año 2009, diría que ha sido una montaña rusa (quizás la más fuerte, empinada y con excesos de rieles que he experimentado). Ha sido un período que en principio sentí lento y después demasiado rápido para más tarde volver a tener la sensación de monotonía en su proceso. Me ha traído nuevos amigos, nuevos lugares, nuevas costumbres que aún estoy descifrando. El 2009 me demostró el dolor de decir adiós, de cerrar capítulos, de subir peldaño a peldaño la colina de la fuerza interior, la paciencia y la melancolía.
Fue un calendario que permitió que mis alas de independencia (o algo por el estilo) empezaran a brotar. Fue un año que me trajo reencuentros - buenos y malos, fáciles y difíciles, posibles e imposibles… Han sido horas que me demostraron como en un instante las prioridades cambian cuando quienes más quieres se ven en peligro. Ha sido un reloj que lo he colocado en manos de la fe, aquella global y sin nombre excepto celestial, en la que creo y exhorto a que todos nos apoyemos.
Una montaña rusa… con sus altas y bajas y piruetas inesperadas. Afortunadamente, soy fanática de estas maquinarias. Y con miedo, nerviosismo y la extraña sensación de vacío en el estómago, siempre encuentro la valentía necesaria (y adecuada) para subirme y disfrutar la adrenalina del recorrido.
Gracias 2009 por todos los derroches y las escaseces. De todo se aprende, de todo se enseña. La tarea ya fue realizada. Nos queda pendiente ponerlo en práctica en los nuevos alfileres que el 2010 nos ofrecerá; Siempre apoyándonos de la esperanza, sobretodo cuando más la necesitamos y menos la encontramos, hay que buscarla. Hay que brindarla.
Feliz año nuevo explotadores de burbujas.