Gilles Veluzat
“Disfruto tanto lo que hago que no lo veo como trabajo”.
Cuando te tropiezas con personas como Gilles Veluzat, se llega a la conclusión que a pesar de uno disfrutar la labor que se desempeña, el nivel de satisfacción hacia la misma puede ser progresivo. Con un porte admirable de elegancia y conocimientos enológicos que absorben el significado de una buena copa, el director comercial para el Caribe y América Latina del Grupo Moet Hennessy, demuestra el deleite espiritual que un contrato de atribuciones puede ofrecerte cuando se ejerce con devoción.
Con más de treinta años vinculados a la empresa, el caballero de origen francés no imagina un recorrido de triunfos en su vida sin el apoyo de la corporativa. En los años de su infancia, tuvo la oportunidad de conocer al fundador de la entidad Hennessy, a quién en sus propias palabras describe como el hombre más fantástico que jamás haya conocido y a quién considera, su máxima fuente de inspiración. “Más que un hombre, es un caballero de mucha humildad que ama a la persona y trabaja conjunto a ella. Para mi, es un modelo a seguir por el respeto a través del cual construyó el mejor negocio que he conocido en mi vida”.
Define su función de trabajo por lo que es: el desarrollo continuo de atención a los distribuidores de las marcas en cada uno de los países correspondientes. Dentro de la agenda, un aproximado de doscientos días laborables están reservados para los constantes viajes alrededor del mundo que debe realizar. Confiesa que el proceso que consigo trae la rutina de traslado no es agradable. Sin embargo, considera la situación recompensable ya que a partir de la misma, descubre la belleza de las dogmas y su diversidad. “Viajar es un regalo de Dios. Poder visitar paisajes que sólo cara a cara asumes su valor y descubrir la esencia de sus seres es indescriptible. Me siento afortunado de poder vivir estas experiencias”.
Resalta que sin importar que se encuentre explorando nuevas regiones en el atlas, el rasgo que siempre espera descubrir en su faena es la esencia intrínseca de las personas. “Amo mucho más la gente que el trabajo en si. Creo que las personas son el elemento primordial para que los proyectos evolucionen. Compartir con los seres humanos, observar su felicidad es lo más importante de todo”.
Su espacio lo divide en tres aspectos. En primer lugar, su tiempo en familia mediante el cual descansa y disfruta del champagne junto a su esposa. Siguiente, resalta su compromiso profesional al cual diariamente le muestra su fidelidad como a su vez, destaca la práctica ocasional en el golf. “Aunque no lo ejercito tanto como quisiera, es un pasatiempo que disfruto junto a mi hijo”.
Llama hogar a las tierras de la comuna Cognac situadas en el curso del río Charente del este francés. Expresa que sin importar que no sea su pueblo de nacimiento, es su refugio privado del cual se enamoró cuando llegó a el por motivos del trabajo. A modo general, enfatiza el afecto que asienta por su país europeo al que considera como una nación modelo. “Me encanta Francia, primero porque soy francés. También por su cultura, historia y saber vivir”. Con un respeto sincero de patriotismo continua la idea. “Me siento muy orgulloso de ser francés. Es una nación elegante y muy tolerante que disfruta la vida con pasión”.
En cuanto a la perspectiva a través de la cual distingue el conforme en su vida, manifiesta que no le falta nada por hacer. De la mano de su esposa y su hija e hijo, a quienes cariñosamente apoda como “sus niños”, Veluzat asegura estar complacido con la destreza doblegada. “Tanto mi vida personal como la profesional me conceden una dicha”.
Una aceptación y seguridad ante la rutina que muestra como cada detalle encierra un atributo que lo hace especial. En el caso de Gillez Veluzat, el aroma del cognac, la sensibilidad del individuo junto al arte de la cultura, consagran los elementos de una vida con buen gusto que pone en alto su copa para proponer un brindis a su alrededor que encierre la excelencia._
Publicado en prensa por la revista Ritmo Social en texto de Natalia MQ - 19 de Mayo, 2008.
“Disfruto tanto lo que hago que no lo veo como trabajo”.
Cuando te tropiezas con personas como Gilles Veluzat, se llega a la conclusión que a pesar de uno disfrutar la labor que se desempeña, el nivel de satisfacción hacia la misma puede ser progresivo. Con un porte admirable de elegancia y conocimientos enológicos que absorben el significado de una buena copa, el director comercial para el Caribe y América Latina del Grupo Moet Hennessy, demuestra el deleite espiritual que un contrato de atribuciones puede ofrecerte cuando se ejerce con devoción.
Con más de treinta años vinculados a la empresa, el caballero de origen francés no imagina un recorrido de triunfos en su vida sin el apoyo de la corporativa. En los años de su infancia, tuvo la oportunidad de conocer al fundador de la entidad Hennessy, a quién en sus propias palabras describe como el hombre más fantástico que jamás haya conocido y a quién considera, su máxima fuente de inspiración. “Más que un hombre, es un caballero de mucha humildad que ama a la persona y trabaja conjunto a ella. Para mi, es un modelo a seguir por el respeto a través del cual construyó el mejor negocio que he conocido en mi vida”.
Define su función de trabajo por lo que es: el desarrollo continuo de atención a los distribuidores de las marcas en cada uno de los países correspondientes. Dentro de la agenda, un aproximado de doscientos días laborables están reservados para los constantes viajes alrededor del mundo que debe realizar. Confiesa que el proceso que consigo trae la rutina de traslado no es agradable. Sin embargo, considera la situación recompensable ya que a partir de la misma, descubre la belleza de las dogmas y su diversidad. “Viajar es un regalo de Dios. Poder visitar paisajes que sólo cara a cara asumes su valor y descubrir la esencia de sus seres es indescriptible. Me siento afortunado de poder vivir estas experiencias”.
Resalta que sin importar que se encuentre explorando nuevas regiones en el atlas, el rasgo que siempre espera descubrir en su faena es la esencia intrínseca de las personas. “Amo mucho más la gente que el trabajo en si. Creo que las personas son el elemento primordial para que los proyectos evolucionen. Compartir con los seres humanos, observar su felicidad es lo más importante de todo”.
Su espacio lo divide en tres aspectos. En primer lugar, su tiempo en familia mediante el cual descansa y disfruta del champagne junto a su esposa. Siguiente, resalta su compromiso profesional al cual diariamente le muestra su fidelidad como a su vez, destaca la práctica ocasional en el golf. “Aunque no lo ejercito tanto como quisiera, es un pasatiempo que disfruto junto a mi hijo”.
Llama hogar a las tierras de la comuna Cognac situadas en el curso del río Charente del este francés. Expresa que sin importar que no sea su pueblo de nacimiento, es su refugio privado del cual se enamoró cuando llegó a el por motivos del trabajo. A modo general, enfatiza el afecto que asienta por su país europeo al que considera como una nación modelo. “Me encanta Francia, primero porque soy francés. También por su cultura, historia y saber vivir”. Con un respeto sincero de patriotismo continua la idea. “Me siento muy orgulloso de ser francés. Es una nación elegante y muy tolerante que disfruta la vida con pasión”.
En cuanto a la perspectiva a través de la cual distingue el conforme en su vida, manifiesta que no le falta nada por hacer. De la mano de su esposa y su hija e hijo, a quienes cariñosamente apoda como “sus niños”, Veluzat asegura estar complacido con la destreza doblegada. “Tanto mi vida personal como la profesional me conceden una dicha”.
Una aceptación y seguridad ante la rutina que muestra como cada detalle encierra un atributo que lo hace especial. En el caso de Gillez Veluzat, el aroma del cognac, la sensibilidad del individuo junto al arte de la cultura, consagran los elementos de una vida con buen gusto que pone en alto su copa para proponer un brindis a su alrededor que encierre la excelencia._
Publicado en prensa por la revista Ritmo Social en texto de Natalia MQ - 19 de Mayo, 2008.
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